sábado, 30 de marzo de 2013

Disparo.



Arma, pedal.
Me escudo en el andar.
El tiro, manifestar.

Tu chaleco, la violencia.
Me pierdo buscando fuera de tu ruta oscura, encarrilada en la soledad, avaricia, despechada de los que tienen el poder.
El poder egoísta de las armas soberbias en la mano de un ser humano. 

Busco un encendedor.
Un espejo de colores.
Una ruta lucida.
Y pedalear manifestándome en el festejo de la luna, de la lucha.    

Te pinto la oscuridad.
Abrazamos tu egoísmo.
Pisoteo tu poder al ritmo del mejor compás que logre molestarte tanto como un joven bailando en las calles.


Soberbia. No dejaste.

jueves, 28 de marzo de 2013

Como niños.

Crear un mundo con guión compartido, de sensaciones inventadas y travesuras en el aire. Cada palabra nueva va convirtiéndose  en el más divertido de los juegos de la imaginación entre dos seres humanos que resuelven seguir siendo… niños. Si. Niños que pueden caminar en la calle y en algunos pasajes con pintadas de próceres, colores, y expresiones de una época en la cual puede decirse todo de la manera deseada.
Dentro de ese contexto, van riéndose de la gorda y las rodillas redondas de un dibujo creyéndolo entender.
Bailar.
Caminar tiene sentido. Entre la noche y las luces detallistas de la luna. 
Van replicándose, la brisa.
El empedrado, pisadas al compás de una risa.
Muchas escenas; varios mundos.
El dulce aroma de una noche porteña.

domingo, 10 de marzo de 2013

Declarándome culpable


Literalmente en el medio de la ciudad, más precisamente en el Subte Línea B. De la estación Florida a Lacroze. Verdaderamente, sostenía tres opciones para pasar el viaje. Podía agarrar el celular y accionar la zombi android, o bien poner la misma cara de todos los pasajeros: rostros pensativos, preocupados, aburridos, tristes o zombis con la mirada perdida. Pocos leían, otros tantos escuchaban música. Solo una chica cantaba. Los demás, la observaban  con esas caras raras, de incomprensibles, como si ella fuese la “especial” por pasarla bien mientras los demás asumían la provocación al miedo directo. 

En el día de la mujer, alimentaba pensamientos. Corrían riesgo de olvido si no llegaba a plasmarlos en una hoja. Por suerte, después de leer las entrevistas a Galeano, avive la idea de llevar un anotador y varias lapiceras.

Es una edad justa de cambios y revoluciones internas. Ruido. Llamamos al silencio, como Benedetti, como Marcos. Ellos si saben/sabia apreciarlo como elemento de lucha provechoso.

Están robándome el tiempo. Ellos usurpan mis  ganas. La vida. Los ideales.
24 horas. Duermo 4 o 5 horas. Trabajo nueve –el labor pesa mas que el sueño- . 1 hora al día la ocupo en bicicleta. 2 horas se dedican a un segundo trabajo mucho más placentero (y como es placentero, claramente el sistema lo empeña en no gratificármelo de manera capital. No importa). 1 hora más para zamba. La comida, el amor, la vuelta. Lo demás puede derivarse en placer. Ensayos, música, sueños, amores, amigos y unos viajecitos.  
Si. Sacando cuentas sistemáticas –como nos acostumbraron- solo 7 horas, con suerte, estamos dedicándoselas a la necesidad principal del ser humano: La vida, los ideales, las ganas, la expresión.
ME ESTAN ROBANDO.

Sin contar las horas, pensaba con bronca, cómo puede ser que no ocupe mi tiempo –sin tiempo- en la gente.
            Seguía en el subte, mientras nadie se miraba con nadie, carcomiéndome el cerebro con innumerables palabras para descifrar a otros seres humanos que necesitan ser conocidos.
Capaz no hace falta escucharlos. Hará falta mirarlos, mostrarles unas sonrisas naturalmente convincente, de esas que trasmiten ganas, ideales y vida.
            Maneras. Miles. Una expresión, creatividad, un momento de esparcimiento. Una mirada, una pequeña acción.
            Una foto. Tiempo sin tiempo. Una charla. Un rato de miradas. Un deseo cumplido. Una patadita a la ilusión. Silencio, cuerpo a cuerpo.          

¿A quien denuncio por este robo?
            A mi…