martes, 8 de junio de 2010

Clemencia

Cuando pegamos el estirón, es momento de meditar. Y cuando nos ponemos a buscar casa para empezar a volar solos es tiempo de analizar, la tiranía de la vida, que deja de ser cómoda y acolchonada, como “dios” manda.

Desde ahora, la vieja no va estar para dejarme la comida a temperatura, de hecho lo más probable es que almuerce milanesa de soja dura, porque solo ella sabe el tiempo exacto de horneado.

De ahora en más, voy a tener que reponer yo el papel higienico del baño, y si por una de esas casualidades se me llega a olvidar colocarlo ¿a quien voy a gritarle de forma urgente y desgarradora para que me lo alcance? Nadie

Y si me enfermo ¿quién me traerá la comida a la cama? ¿Quién me dará el antibiótico? Y ¿Quién se quedará al costado de la cama esperando que la fiebre baje? Nadie


Esto de crecer no esta muy copado. Buscar el hogar apropiado es un quilombo, soy un desastre para las cuentas. Por segundos me ilusiono con las ofertas increíbles, pero vasta llamar a las pelotudas de las inmobiliarias para que te bajen la ilusión de ondazo, con respuestas como “ya esta alquilado, que lastima, era una oferta” y en la segunda te matan el doble diciendo “para entrar necesitas: un mes depósito, quinientos meses de adelanto, debes hacerte cargo del sellado, etc. En total son unos cinco mil pesos.” Pido piedad.

De verdad, pido clemencia hacia los jóvenes que buscan una propiedad adecuada para alquilar. No solo tenemos que hacernos cargo de todo, sino también debemos desprendernos de las comodidades, geniales, que acarreaba vivir con mamá.



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