jueves, 13 de mayo de 2010

El salmón

Siento meterme donde no debo, donde las personas o yo (todavía no lo averigüe) corren contra la corriente. Acá, el que piensa pierde. Quien decide ayudar se mete en problemas en vez de encontrar soluciones para los demás. Ya no hay seguridad sobre las decisiones, es momento de perderse entre las convicciones aplastantes y rígidas como el plomo.

El humo me envuelve, me convence de que ese encubrimiento podrido se basa de aire de aire puro y natural. Y hasta en un punto termino creyéndolo.

La real idea de cambiar el mundo, como lo pensaba hasta hace unos meses atrás, se me resbala de las manos. Antes podía sentarme durante horas a discutir sobre la existencia de seres humanos, jóvenes, con ganas de cambiar el mundo. De hecho la ilusión de juntar un ejército de voluntarios no podía desprenderse de mi cuerpo, de mi alma y mi cerebro. Poseía ideas claras e irrefutables, convincentes, sobre la ilusión de poder fundar un sistema mejor. Pero ya no.

Hoy si viniera Juan Carlos, compañero de militancia un tanto mayor, a decirme que el mundo no se puede cambiar por más ganas que le pongas, debería agachar mi cabeza para contestarle: “tenes razón Pipi”. El antiguo dicho, en este caso, tiene la verdad: El diablo sabe más por viejo que por diablo.

Poseo tantas razones que abandonan mi razón, que no comprendo para qué lado se dirige la buena gente. No hay ganas de escribir a raíz de la desazón. Yo quería cambiar el mundo, al menos algo.

Quizás sea la hora de convertirme en un pez “normal”, haciendo y diciendo cosas un poco más lógicas. Nadando para el lado que nadan todos, sin chistar, ni preguntar y ni se me ocurriría pensar.

1 comentario:

Solcito dijo...

Amiga-hermana
Esta es la frase para tu posteo

LEVANTARSE Y VOLVERSE A LEVANTAR HASTA QUE LOS CORDEROS SE CONVIERTAN EN LOBOS!!!!

A remarla como siempre, porque no hay nada peor que no haberlo intentado

Te amo!
Solcito