miércoles, 13 de agosto de 2008

Pateando piedritas por San Luis

Hay quienes solo necesitan dormir una buena siesta, tirarse un largo rato en el sillón, acolchonarse en el pasto de la plaza más cercana, tomar unos ricos mates-amargos- en el patio de su casa o bien disfrutar de un buen libro a la madrugada o a la mañana solo con el objetivo de recargar energía y llegar bien preparado a fin de año.

Hay quienes son más rebuscados-como yo- y les hace falta distanciarse de la ciudad intoxicada de humo, motores, ruidos molestos, gente, gente y más gente con mal humor continuada de caras desfiguradas, que siempre te hacen pasar un mal rato por más que no se quiera

Por esas complejas razones y después de no meditarlo en demasía, desde la terminal de ómnibus del barrio de Liniers me tome, junto con una amiga, el colectivo con destino final a Mina Clavero (Córdoba), pero me baje antes y termine en Villa de Merlo, San Luis. Provincia con privilegiado microclima, a 750 km de Buenos Aires.


Cerca de las ocho de la mañana,. con un poco de incertidumbre y otro poco de impaciencia, llegue al hostel con muchas ganas de conocer todo en un solo momento, y aunque el día pintaba un poco triste decidí recorrer esas calles llenas de subidas y bajadas hasta encontrarme en el centro del lugar. Allí una plaza llena de música puntana y de árboles podados me llevo hasta la secretaria de turismo en busca de un mapa y buenas recomendaciones para seguir descubriendo el limpio y agradable pueblo merlino.


Sin temor a las nubes que de a ratos largaban pequeños llantos, me subí a la camioneta que se estacionaba en la llamada “vieja terminal” con el simple objetivo de llegar a la reserva, lugar en el que una familia de águilas bajan todos los medios días para ser alimentada por la guarda parques ( resalto a la señora guarda parque porque en ella se hila una historia aparte que contare más adelante), salvo que esta vez como el día seguía un poco tristón, solo bajó una de las crías bien amaestrada por la señora de la foto.

Pero eso no fue todo, al termino de intentar fotografiar –de forma fallida-al águila que se poso SOLO DOS SEGUNDOS bajo el cartel que dice “Merlo, un lugar en el mundo”, un camino y un amigo guía revelaron que sobre las sierras vivían unas cascadas, uno bosque muy particular y una cruz situada a 1600 metros de distancia entre la tierra y las piedras.

En el primer tramo de la caminata unos arroyos desencadenaron directo a la inmensidad que encontraría a media que mis pasos avanzaron entres piedras recargadas de energía.
Allí mis ojos quedaron desnudos al ver tanta belleza naturalmente acomodada entre las sierras; mis pies solo quisieron tocar el agua fría que caía de forma agresiva, pero agradable; mis manos mojadas solo quisieron acariciar mi cara para sentir la pureza; y mi cuerpo entero pedía a gritos que sea verano para caerme entera sobre ese chorro violento, pero felizmente agradable.


Salto del Tabaquillo

El segundo tramo lo cantare más tarde...

3 comentarios:

Agus dijo...

qué lindo el viajecito!
creo que no hay nada más lindo que viajar por el país y nada más feo que después volver a buenos aires

me acuerdo que en 5to año fui con mi curso a la isla martín garcía.. si mirabas para la derecha veías el cielo bien azul, limpio y con arbolitos.. si mirabas para la izquierda, había edificios y una nube que-no-te-miento-era-negra..

vos sabés lo que fue volver y saber que se respira eso???

besos, romi!

Lucas dijo...

El viajar es un placer...
Saludos!

Flor Di Niro dijo...

Merlo es uno de mis lugares preferidos, es el clima perfecto y el paisaje más hermoso... No se si habras visitado pero hay una mina de fluoritas que se llama aguas blancas que es un lugar perfecto para caminar, ver cascadas, robarse zarzamoras y llevarse unas piedras hermosas de recuerdo (esta permitido llevarse esos recuerditos)...